"¿Puede haber algo más vano que todo esto? Leo en una piedra los recuerdos que un vivo consagraba a un difunto; el vivo dejó a su vez de existir, y después de dos mil años, yo, bárbaro de las Galias, vengo a visitar las ruinas de Roma, y a estudiar estos epitafios en un retiro abandonado; ¡yo, tan indiferente al que lloró como al que fue llorado; yo, que mañana me alejaré para siempre de estos lugares, y que desapareceré en breve de la tierra!"
Vizconde de Chateubriand
Hija de una soberbia tradición, Roma es acaso la ciudad donde las piedras tienen la palabra. Así lo sabían Goethe o Stendhal. Así lo plasmaba en el lienzo el propio Piranesi. Esta antología descubre Roma a los ojos del viajero: sus calles, sus fiestas, su gente. Presta voz a sus más ilustres visitantes y moradores –escritores románticos del siglo XIX– para trazar un fresco íntimo y definitivo de una ciudad entre cuyos atributos se cuenta nada menos que el de eterna.
"¿Puede haber algo más vano que todo esto? Leo en una piedra los recuerdos que un vivo consagraba a un difunto; el vivo dejó a su vez de existir, y después de dos mil años, yo, bárbaro de las Galias, vengo a visitar las ruinas de Roma, y a estudiar estos epitafios en un retiro abandonado; ¡yo, tan indiferente al que lloró como al que fue llorado; yo, que mañana me alejaré para siempre de estos lugares, y que desapareceré en breve de la tierra!"
Vizconde de Chateubriand
Hija de una soberbia tradición, Roma es acaso la ciudad donde las piedras tienen la palabra. Así lo sabían Goethe o Stendhal. Así lo plasmaba en el lienzo el propio Piranesi. Esta antología descubre Roma a los ojos del viajero: sus calles, sus fiestas, su gente. Presta voz a sus más ilustres visitantes y moradores –escritores románticos del siglo XIX– para trazar un fresco íntimo y definitivo de una ciudad entre cuyos atributos se cuenta nada menos que el de eterna.