A finales de la primavera de 1992, el diario EL PAÍS quiso retratar en la medida de lo posible la realidad de América, de nuestra América, la que tenemos cercana en nuestro corazón y en nuestra habla, realizando un viaje, de tren en tren, por la larga espina dorsal del continente, desde el sur de Chile hasta la frontera de México con Estados Unidos. Así fue como la escritora y periodista Maruja Torres y el fotógrafo Bernardo Pérez se embarcaron en un viaje único, que duró 10 semanas y que constituye un ejercicio de activa nostalgia, de ternura revisitada. Se funden en la mente de los autores paisajes, olores, humedades, flores y árboles, colores, minerales, constelaciones, rostros... Sobre todo, rostros.
A finales de la primavera de 1992, el diario EL PAÍS quiso retratar en la medida de lo posible la realidad de América, de nuestra América, la que tenemos cercana en nuestro corazón y en nuestra habla, realizando un viaje, de tren en tren, por la larga espina dorsal del continente, desde el sur de Chile hasta la frontera de México con Estados Unidos. Así fue como la escritora y periodista Maruja Torres y el fotógrafo Bernardo Pérez se embarcaron en un viaje único, que duró 10 semanas y que constituye un ejercicio de activa nostalgia, de ternura revisitada. Se funden en la mente de los autores paisajes, olores, humedades, flores y árboles, colores, minerales, constelaciones, rostros... Sobre todo, rostros.