Una noche de primavera El Jinete Pálido entra en el Reds Bar: así empieza la película mental de José Doria, propietario del local que es uno de los centros reconocidos de cierto esnobismo urbano de una ciudad: podría ser el Madrid de estos años 80, aunque con mar, puerto, río y catedral. Esa llegada del misterioso protagonista desencadena una serie de encuentros y desencuentros, amores y rechazos, pasiones instantáneas y desánimos duraderos en un ambiente donde detalles, comportamientos, usos y costumbres, definen a unos personajes vulnerables y afectivos, adictos a salvaciones temporales, casi patéticos en su energía, sofisticados hasta la paranoia, pero capaces de desenvolverse en el complejo mundo urbano que constituye su elemento.
Así, Marco Leyden, un pintor que ha llegado a la edad en que a uno le juzgan por sus logros, no por lo que promete. Laura Lara, guapa ejecutiva de una compañía de discos que sustituye la convicción por la seducción. Filis, una modelo insegura. Tino Amanita, un periodista de moda... Esos son algunos de esos personajes que no tienen la clave del mundo, y no les importa, mientras empiezan a dejar atrás esa juventud que justifica los errores y entran en la edad donde el conocimiento se basa en que existen hechos y fuerzas, internos y externos, que no se pueden controlar. Unos personajes que, sin duda, se harán inolvidables.
Y todo ello narrado en un movimiento de contrapunto donde la historia se despliega simultáneamente, en un presente continuo, según una estrategia que consiste en reducir la complejidad de unas imágenes clavadas en lo cotidiano. En los objetos, el consumo, los viajes, las drogas, los coches, el sexo, el alcohol. Es decir, algunos de los paradigmas de este "fin de siècle" que algunos definen como la Era del Vacío.
Con "Mar desterrado", su sexta novela, Mariano Antolín Rato inicia una nueva maniera y un nuevo ciclo narrativo, donde lo que fue calificado de «realismo psiquedélico» o «conceptismo cibernético» deja paso a una escritura de un modernismo impuro -también es impuro su tradicionalismo-, que demuestra una gran maestría narrativa.
Una noche de primavera El Jinete Pálido entra en el Reds Bar: así empieza la película mental de José Doria, propietario del local que es uno de los centros reconocidos de cierto esnobismo urbano de una ciudad: podría ser el Madrid de estos años 80, aunque con mar, puerto, río y catedral. Esa llegada del misterioso protagonista desencadena una serie de encuentros y desencuentros, amores y rechazos, pasiones instantáneas y desánimos duraderos en un ambiente donde detalles, comportamientos, usos y costumbres, definen a unos personajes vulnerables y afectivos, adictos a salvaciones temporales, casi patéticos en su energía, sofisticados hasta la paranoia, pero capaces de desenvolverse en el complejo mundo urbano que constituye su elemento.
Así, Marco Leyden, un pintor que ha llegado a la edad en que a uno le juzgan por sus logros, no por lo que promete. Laura Lara, guapa ejecutiva de una compañía de discos que sustituye la convicción por la seducción. Filis, una modelo insegura. Tino Amanita, un periodista de moda... Esos son algunos de esos personajes que no tienen la clave del mundo, y no les importa, mientras empiezan a dejar atrás esa juventud que justifica los errores y entran en la edad donde el conocimiento se basa en que existen hechos y fuerzas, internos y externos, que no se pueden controlar. Unos personajes que, sin duda, se harán inolvidables.
Y todo ello narrado en un movimiento de contrapunto donde la historia se despliega simultáneamente, en un presente continuo, según una estrategia que consiste en reducir la complejidad de unas imágenes clavadas en lo cotidiano. En los objetos, el consumo, los viajes, las drogas, los coches, el sexo, el alcohol. Es decir, algunos de los paradigmas de este "fin de siècle" que algunos definen como la Era del Vacío.
Con "Mar desterrado", su sexta novela, Mariano Antolín Rato inicia una nueva maniera y un nuevo ciclo narrativo, donde lo que fue calificado de «realismo psiquedélico» o «conceptismo cibernético» deja paso a una escritura de un modernismo impuro -también es impuro su tradicionalismo-, que demuestra una gran maestría narrativa.