Una noche, la magia de una pregunta de mi hija: "Papá, ¿todas las sombras son negras?", fue la invitación para recuperar algunos retazos de la memoria y ordenarlos de modo que parezcan una historia imaginada. La niña de la sombre de colores cumple así, mal que bien, con mi palabra de escribir unas páginas para niños y especialmente para mi chicoca feliz. También hace lo suyo por meter un golpe de timón a mi lenguaje último, pirata y navajero. Confío que es en el fondo, como todo lo que escribo, el deseo de poner en su lugar -ay, corazón- a mi familia.
Una noche, la magia de una pregunta de mi hija: "Papá, ¿todas las sombras son negras?", fue la invitación para recuperar algunos retazos de la memoria y ordenarlos de modo que parezcan una historia imaginada. La niña de la sombre de colores cumple así, mal que bien, con mi palabra de escribir unas páginas para niños y especialmente para mi chicoca feliz. También hace lo suyo por meter un golpe de timón a mi lenguaje último, pirata y navajero. Confío que es en el fondo, como todo lo que escribo, el deseo de poner en su lugar -ay, corazón- a mi familia.