Vida secreta del ornitorrinco

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Elías es un Torquemada moderno, pero de edad madura, que lidera una cruzada en solitario para preservar una moralidad rancia en un mundo que ya se rige por otros valores. La censura, en su sentido más fanático, es su herramienta de trabajo y mediante ella busca imponerse a los demás. En su camino se cruza Olaia, una joven universitaria que no admite intromisiones. El caso se complica cuando Elías, contra sus principios, se siente atraído por Olaia. Entre ambos se establece una guerra sin cuartel que se mantendrá hasta el último momento. No queda claro quién ganará.
Hay dos árbitros que tratan de mediar: Alfredo, el taxista, y Nemo, el enterrador. Cada uno desde su bando, intenta imponer el sentido común con distintas armas, con distinto estilo y con distinto éxito, sin poder evitar que se produzca la traca final.
Otros personajes y temas secundarios sirven para aportar luz, color y espesor al asunto central, al tiempo que ofrecen una radiografía de las contradicciones y del complejo momento que se está viviendo en cuanto a la manipulación ideológica por parte de toda clase de poderes fácticos.
La censura, como fenómeno sociológico, funciona igual que un ser vivo que se retroalimenta, sobre todo con mucha basura. Aunque en principio actúa siempre en forma de abuso de poder, genera también en su propio seno una serie de reacciones que se le pueden volver en contra, porque siempre surgen grupos de rebeldes que sufren la presión y no están dispuestos a tolerarla.
En este escenario, las nuevas tecnologías se han revelado como una herramienta imprescindible por dos motivos: porque son un medio casi igualitario en cuanto a acceso y capacidad de respuesta y porque tienen carácter y alcance universal gracias a la globalización. Es probable que siempre siga existiendo la censura, pero ahora además es posible denunciarla a los cuatro vientos en tiempo real.