Michel Foucault, icono intelectual de la postmodernidad. Icono de esa sociedad líquida en la que todo se disgrega.
En la que no hay —ni debe haber, para Foucault— sentido alguno. El sentido se convierte en «una especie de efecto de superficie, un brillo, una espuma».
Una espuma, un vacío, que sólo es llenado por esos paradigmas clave que son el loco, el preso: el desviante.
Tal es el pensamiento —sin él es imposible entender nuestro tiempo— que estudia, explica y desmonta el filósofo François Bousquet.
Michel Foucault, icono intelectual de la postmodernidad. Icono de esa sociedad líquida en la que todo se disgrega.
En la que no hay —ni debe haber, para Foucault— sentido alguno. El sentido se convierte en «una especie de efecto de superficie, un brillo, una espuma».
Una espuma, un vacío, que sólo es llenado por esos paradigmas clave que son el loco, el preso: el desviante.
Tal es el pensamiento —sin él es imposible entender nuestro tiempo— que estudia, explica y desmonta el filósofo François Bousquet.