Luis Miguel Sanmartín se sirve de la estructura acróstica del TRECE para transportarnos hasta un estado mezcla de arrullo y seísmo. Así, deja a un lado fatídicas interpretaciones numerológicas, olvidando las huellas arquetípicas que nos dejan los acontecimientos en la memoria, alienado de sí o integrado en su propia máscara.
Luis Miguel Sanmartín se sirve de la estructura acróstica del TRECE para transportarnos hasta un estado mezcla de arrullo y seísmo. Así, deja a un lado fatídicas interpretaciones numerológicas, olvidando las huellas arquetípicas que nos dejan los acontecimientos en la memoria, alienado de sí o integrado en su propia máscara.