Son las calles nocturnas de Tijuana en las que Ken y sus amigos rubios quieren celebrar un trepidante cumpleaños entre las bailarinas de un burlesque ataviadas con ropa exótica, atrevida, cargada de lentejuelas, ya que no hay otro lugar a dónde ir.
Estrella de la Calle Sexta es una imagen a veces irónica, a veces cruda, pero nunca irreal de lo que sucede en el límite entre dos países vecinos: México y Estados Unidos. A pesar de sufrir día con día los estragos de la migración, ver cómo se van los familiares y cómo llegan los extraños, los cholos quieren y respetan a su Barrio, se ayudan entre todos, se reconocen sus virtudes, protegen a sus mujeres.
Son las calles del Barrio, donde el Saico, protagonista de El gran preténder, fue leyenda por su aplomo y hombría, por rifársela y hacerse respetar entre los «batos». El Saico sólo toma cerveza Tecate, come atún enlatado en Ensenada o en El Sauzal de Rodríguez, no saluda a emigrados piojos, odia a los chilangos; sólo baila con música de Los Platters y «no es feliz, pero se acerca a la felicidad como otros se acercan al futbol los domingos».
Son las calles nocturnas de Tijuana en las que Ken y sus amigos rubios quieren celebrar un trepidante cumpleaños entre las bailarinas de un burlesque ataviadas con ropa exótica, atrevida, cargada de lentejuelas, ya que no hay otro lugar a dónde ir.
Estrella de la Calle Sexta es una imagen a veces irónica, a veces cruda, pero nunca irreal de lo que sucede en el límite entre dos países vecinos: México y Estados Unidos. A pesar de sufrir día con día los estragos de la migración, ver cómo se van los familiares y cómo llegan los extraños, los cholos quieren y respetan a su Barrio, se ayudan entre todos, se reconocen sus virtudes, protegen a sus mujeres.
Son las calles del Barrio, donde el Saico, protagonista de El gran preténder, fue leyenda por su aplomo y hombría, por rifársela y hacerse respetar entre los «batos». El Saico sólo toma cerveza Tecate, come atún enlatado en Ensenada o en El Sauzal de Rodríguez, no saluda a emigrados piojos, odia a los chilangos; sólo baila con música de Los Platters y «no es feliz, pero se acerca a la felicidad como otros se acercan al futbol los domingos».