Con la misma amenidad y erudición de sus `Cartas norteamericanas´, `Cartas del Mediterráneo Oriental´ y sus `Cartas berlinesas´, José Emilio Burucúa narra su larga estadía académica en Nantes, con gran rigor y mucho sentido del humor, ofreciéndole al lector un recorrido cultural, artístico, histórico, musical, cinematográfico, turístico y gastronómico. Apenas llegado a la ciudad francesa, Burucúa abre así su fascinante `Diario de Nantes´: “Esta ciudad es una mezcla interesante de gótico, barroco neoclásico a la francesa y arquitectura muy contemporánea . […]A partir del siglo XVII y hasta bien entrado el XIX, no hubo en Nantes institución, ni vínculo social, ni empresa, ni plan o proyecto personal o comunitario, que no estuviese condicionado por la trata de esclavos. El comercio infame, en principio a cargo de los armadores de los astilleros ubicados en las bocas del Loira, volcó sus ganancias inconmensurables en la comodidad y belleza de la arquitectura, en las costumbres galantes de una burguesía que se aprovisionaba de los objetos, las telas, los alimentos más refinados y caros de las Indias Orientales y Occidentales. Mi contacto con la barbarie se está convirtiendo en un hábito, que mantiene los ojos de mi mente abiertos, sin piedad, frente a las lacras del mundo…”
Con la misma amenidad y erudición de sus `Cartas norteamericanas´, `Cartas del Mediterráneo Oriental´ y sus `Cartas berlinesas´, José Emilio Burucúa narra su larga estadía académica en Nantes, con gran rigor y mucho sentido del humor, ofreciéndole al lector un recorrido cultural, artístico, histórico, musical, cinematográfico, turístico y gastronómico. Apenas llegado a la ciudad francesa, Burucúa abre así su fascinante `Diario de Nantes´: “Esta ciudad es una mezcla interesante de gótico, barroco neoclásico a la francesa y arquitectura muy contemporánea . […]A partir del siglo XVII y hasta bien entrado el XIX, no hubo en Nantes institución, ni vínculo social, ni empresa, ni plan o proyecto personal o comunitario, que no estuviese condicionado por la trata de esclavos. El comercio infame, en principio a cargo de los armadores de los astilleros ubicados en las bocas del Loira, volcó sus ganancias inconmensurables en la comodidad y belleza de la arquitectura, en las costumbres galantes de una burguesía que se aprovisionaba de los objetos, las telas, los alimentos más refinados y caros de las Indias Orientales y Occidentales. Mi contacto con la barbarie se está convirtiendo en un hábito, que mantiene los ojos de mi mente abiertos, sin piedad, frente a las lacras del mundo…”