Someterse a la extraña belleza de un monstruo de feria. Rendirse al tosco placer de escuchar un aria de Mozart descuartizada por la voz de Florence Foster Jenkins. No fiarse de los propios ojos cuando los zafios platillos voladores de una película de Ed Wood cruzan la pantalla de un cine de barrio. Sucumbir ante la desarmante ingenuidad de un cuadro pintado por un asesino en serie. Todos esos fenómenos paranormales del gusto tienen algo en común: son algunos de los diferentes rostros que puede asumir la cultura basura.
Pintura, música, televisión... Los productos de la cultura basura son aquellos que la cultura oficial considera aberrantes, pero que el consumidor, a partir de la ironía, es capaz de elevar a la categoría de fascinantes. Un catálogo para descubrir un proceso de disfrute estético que cada vez es más cotidiano.
Someterse a la extraña belleza de un monstruo de feria. Rendirse al tosco placer de escuchar un aria de Mozart descuartizada por la voz de Florence Foster Jenkins. No fiarse de los propios ojos cuando los zafios platillos voladores de una película de Ed Wood cruzan la pantalla de un cine de barrio. Sucumbir ante la desarmante ingenuidad de un cuadro pintado por un asesino en serie. Todos esos fenómenos paranormales del gusto tienen algo en común: son algunos de los diferentes rostros que puede asumir la cultura basura.
Pintura, música, televisión... Los productos de la cultura basura son aquellos que la cultura oficial considera aberrantes, pero que el consumidor, a partir de la ironía, es capaz de elevar a la categoría de fascinantes. Un catálogo para descubrir un proceso de disfrute estético que cada vez es más cotidiano.