A veces nos gustaría soltarnos de su mano y volar alto, lo más alto posible. Él podría auparnos para que pudiésemos llegar a las estrellas sin necesidad de cohete. Él es nuestro compañero no elegido, pero se queda, y lo mejor es sentir que está ahí y solo observa, solo duerme y canta con nosotros. Puede que algún día se vaya y será entonces cuando le soltemos de verdad la mano. O, a lo mejor, nos vamos con él después de tanto tiempo juntos siendo inseparables.
No sabemos lo que el mañana tiene preparado para nosotros, pero sí podemos elegir cómo queremos llegar a ese "mañana": habiendo vivido cada día como el más especial o pensando lo que podía haber sido y no fue.No dejemos que nuestros miedos nos impidan ser felices. No veamos al monstruo como un monstruo, sino como a un tripulante con quien crecer y superarse día a día en la nave que surca los sueños más profundos, las aguas más revueltas y los océanos desconocidos.
El rumbo solo lo puede indicar el capitán de la nave. Lo harás bien.
A veces nos gustaría soltarnos de su mano y volar alto, lo más alto posible. Él podría auparnos para que pudiésemos llegar a las estrellas sin necesidad de cohete. Él es nuestro compañero no elegido, pero se queda, y lo mejor es sentir que está ahí y solo observa, solo duerme y canta con nosotros. Puede que algún día se vaya y será entonces cuando le soltemos de verdad la mano. O, a lo mejor, nos vamos con él después de tanto tiempo juntos siendo inseparables.
No sabemos lo que el mañana tiene preparado para nosotros, pero sí podemos elegir cómo queremos llegar a ese "mañana": habiendo vivido cada día como el más especial o pensando lo que podía haber sido y no fue.No dejemos que nuestros miedos nos impidan ser felices. No veamos al monstruo como un monstruo, sino como a un tripulante con quien crecer y superarse día a día en la nave que surca los sueños más profundos, las aguas más revueltas y los océanos desconocidos.
El rumbo solo lo puede indicar el capitán de la nave. Lo harás bien.