Fernanda Laguna practica, con gracia de bruja, la creación de espacios. De sus espacios brotan, suficientes, seres inimaginables o quiméricos y mundanas chucherías. Es demiurga gnóstica e impulsa el vacío. Multiplica sus horas y las colma con humildes obras de antiarte que se ufanan del despilfarro de la imaginación convertida en forma. Al mismo tiempo, su ética es ecológica y económica. Ha atravesado las grandes aguas como quien atraviesa las inacabables crisis argentinas, es decir, humanas. Goza del don de la atracción: hacia su ser gravitan las escenas, los contextos, las menincas, las eras, los gatos... y ella, cuerpo sutil y leve, se deja también atraer y los orbita y divaga sin timón por los salones cósmicos.
Fernanda Laguna practica, con gracia de bruja, la creación de espacios. De sus espacios brotan, suficientes, seres inimaginables o quiméricos y mundanas chucherías. Es demiurga gnóstica e impulsa el vacío. Multiplica sus horas y las colma con humildes obras de antiarte que se ufanan del despilfarro de la imaginación convertida en forma. Al mismo tiempo, su ética es ecológica y económica. Ha atravesado las grandes aguas como quien atraviesa las inacabables crisis argentinas, es decir, humanas. Goza del don de la atracción: hacia su ser gravitan las escenas, los contextos, las menincas, las eras, los gatos... y ella, cuerpo sutil y leve, se deja también atraer y los orbita y divaga sin timón por los salones cósmicos.