Las columnas de Mairal son una forma de autobiografía. Por eso mismo los temas “son deliciosamente misceláneos”, como apunta Zambra en el prólogo. Lo son porque Mairal tiene la virtud de convertir en tema hasta el rincón más estéril de la experiencia, como una espera frente al mesón del McDonald’s o la detención en un servicentro para cargar bencina. El libro termina conquistando al lector por eso: porque este puñado de cuentos no son otra cosa que un solo gran cuento sobre mirar el mundo y escribir sobre objetos que siempre estuvieron ahí, frente a nosotros. Santiago Llach lo dice mejor que yo: “Mairal se las arregla para producir felicidad en el lector”.
Todas las columnas de Mairal son columnas-cuentos y en todas hay siempre un chispazo de poesía, que es ese hueco luminoso a través del cual mira Mairal y nos enseña a mirar. Hay columnas teñidas de melancolía y hay también columnas escritas con humor, lo que nunca es fácil porque escribir con humor como lo hace Mairal es convertir el humor en un tono.
Las columnas de Mairal son una forma de autobiografía. Por eso mismo los temas “son deliciosamente misceláneos”, como apunta Zambra en el prólogo. Lo son porque Mairal tiene la virtud de convertir en tema hasta el rincón más estéril de la experiencia, como una espera frente al mesón del McDonald’s o la detención en un servicentro para cargar bencina. El libro termina conquistando al lector por eso: porque este puñado de cuentos no son otra cosa que un solo gran cuento sobre mirar el mundo y escribir sobre objetos que siempre estuvieron ahí, frente a nosotros. Santiago Llach lo dice mejor que yo: “Mairal se las arregla para producir felicidad en el lector”.
Todas las columnas de Mairal son columnas-cuentos y en todas hay siempre un chispazo de poesía, que es ese hueco luminoso a través del cual mira Mairal y nos enseña a mirar. Hay columnas teñidas de melancolía y hay también columnas escritas con humor, lo que nunca es fácil porque escribir con humor como lo hace Mairal es convertir el humor en un tono.