En la primavera de 1916, tras una prolongada convalecencia, Jacques Vaché es enviado de nuevo al frente por el ejército francés . Allí, en la retaguardia o en el mismo campo de batalla, Vaché escribe sus famosas cartas a André Breton y desarrolla un revolucionario principio de escritura automática, sirviéndose de una sintaxis voluntariamente entrecortada, abundantes exclamaciones e incisos, y extravagantes imágenes. Maestro en el arte de «conceder muy poca importancia a todas las cosas», trascribe sus impresiones como un dandy , o expone sus simpatías y fobias literarias. A diferencia de otros intelectuales contemporáneos, Vaché no parece encontrar el deseo o la fuerza suficientes como para oponerse explícitamente a la guerra, pero menos todavía para dejarse llevar por el sentimiento del «deber patriótico»… Cualquiera de las dos posiciones supondría una mínima implicación…, algo a lo que Vaché no está dispuesto. Su insumisión se traduce en indiferencia total, en absoluto desapego. O al menos, tal es su pretensión: «imagino estar en el ejército alemán y he llegado a tener la certidumbre de servir contra los ejércitos aliados». En ese estado de alejamiento escribe las cartas que se incluyen en este texto, algunos relatos, apuntes y dibujos y poemas que se han agrupado bajo el título: “Parad la guerra o me pego un tiro”.
En la primavera de 1916, tras una prolongada convalecencia, Jacques Vaché es enviado de nuevo al frente por el ejército francés . Allí, en la retaguardia o en el mismo campo de batalla, Vaché escribe sus famosas cartas a André Breton y desarrolla un revolucionario principio de escritura automática, sirviéndose de una sintaxis voluntariamente entrecortada, abundantes exclamaciones e incisos, y extravagantes imágenes. Maestro en el arte de «conceder muy poca importancia a todas las cosas», trascribe sus impresiones como un dandy , o expone sus simpatías y fobias literarias. A diferencia de otros intelectuales contemporáneos, Vaché no parece encontrar el deseo o la fuerza suficientes como para oponerse explícitamente a la guerra, pero menos todavía para dejarse llevar por el sentimiento del «deber patriótico»… Cualquiera de las dos posiciones supondría una mínima implicación…, algo a lo que Vaché no está dispuesto. Su insumisión se traduce en indiferencia total, en absoluto desapego. O al menos, tal es su pretensión: «imagino estar en el ejército alemán y he llegado a tener la certidumbre de servir contra los ejércitos aliados». En ese estado de alejamiento escribe las cartas que se incluyen en este texto, algunos relatos, apuntes y dibujos y poemas que se han agrupado bajo el título: “Parad la guerra o me pego un tiro”.